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Argumento
(Introducción, desarrollo, clímax y desenlace):

ADÁN, cineasta mexicano de 45 años (en el tiempo presente de la historia), profundamente conmovido, en la actitud reverencial de quien preside un íntimo rito sagrado, se dispone a comenzar la filmación de su testimonio de vida, que más bien parece el réquiem que se anticipa a sí mismo, ya que manifiesta físicamente el contraste entre su porte de artista, imponente y seguro de sí, y su muy humana debilidad ante la trágica dimensión de su acontecer psíquico y espiritual, pues además de vérsele como a quien lleva a cuestas un peso monumental que con dificultad soporta, no puede –aunque lo intenta- dejar de derramar silenciosas y angustiantes lágrimas. Implora a Dios su perdón por interferir entre su santo amor y el de Conce (esposa de Adán), por no haber comprendido que el Señor la había llamado a convertirse en Su esposa mística… Le suplica lo perdone por seducirla, confundirla y hacerla su esposa, por poseerla, por obligarla a cumplir con sus deberes, por violentarla para otorgarle los placeres que su carne exigía… Pero, sobre todo, suplica el perdón por haberse convertido, sin quererlo, en el instrumento de Su peor enemigo…

La historia vuelve atrás, cuando Adán tiene 25 años y se encuentra cinefotografiando un anuncio publicitario para un perfume, comercial que resulta ser una irreverente invocación a los demonios. Adán comienza a entrar en crisis y huye a un bosque y a un majestuoso lago para implorar a Dios que lo perdone, que lo rescate, pues él no quiere dedicarse el resto de su vida a vender los demonios de la publicidad, sino que siente un profundo llamado a convertirse en mensajero del Señor.

En un convento al que lo han llamado para filmar la ceremonia de consagración de una novicia llamada Conce, Adán queda flechado por la belleza y dulzura de esta chica de apenas 20 años de edad. Ella también se enamora perdidamente de él y ambos deciden abandonar la ceremonia religiosa donde ella habría tenido que emitir sus votos religiosos, para comenzar una nueva aventura juntos, consagrando su vida seglar a su Señor.

Desde que inician su noviazgo, muestran sus dos formas opuestas de abordar la sexualidad. Adán la entiende no sólo como algo natural y deseable para la salud y felicidad de una pareja, sino como una dimensión sagrada del erotismo que impulsa a los amantes hacia los mismísimos cielos. Pero Conce, una inocente huerfanita que fue formada por una religiosa de ideas rígidas y preconciliares, llegará a creer que la mejor vía para amar a Dios y al hombre con plenitud, en espíritu y en verdad, es mediante los sacrificios, las penitencias y la mortificación de la carne. Se casan y muy pronto encargan familia, pues ella no cree en los remedios farmacéuticos para el control de la natalidad.

La misión comunicadora de Adán al servicio de Dios, lo lleva de fracaso en fracaso, pues ni el mundo ni su propia Iglesia católica están preparados para apoyar la transmisión de este tipo de mensajes en los modernos medios de comunicación.

Quice años después, Adán (ya de 41 años) ha descubierto que padece trastorno bipolar. Al centro de su problemática emocional y de la frustración que siente por no haber podido cumplir su llamado, también se siente incomprendido y rechazado por Conce (ahora de 36 años), quien ya no está dispuesta seguir compartiendo el lecho conyugal pues ha entrado en un secreto proceso de purificación de su carne y su espíritu.

Adán comienza a ser atrapado por los atractivos sitios en Internet, de servicios sexuales, que le envía una mensajera de las tinieblas (la Sacerdotisa) a su computadora. Es así que Adán conoce a Eva, en un chat. Cuando la ve en un video, queda impresionantemente sorprendido, porque Eva resulta ser idéntica a Conce a los 20 años de edad.

Por su parte, Conce ha descubierto una hagiografía de la venerable Concepción Cabrera de Armida, actualmente en proceso de canonización, quien la va atrapando con su excelsa forma de amar al Señor, muy al estilo de santa Teresa. Conce se va apartando a su capillita privada, a vivir en franca imitación a esta maestra del misticismo del siglo XIX, pero sin contar con una dirección espiritual que la oriente y aconseje.

A diferencia de la pudorosa Conce, Eva se presenta a Adán en Internet como una monja no sólo dulce, sino pícara y rebelde, que muestra sus desnudeces sin inhibición alguna. Eva lo seduce e invita al antro, donde durante varias noches va presentándole sus atrevidas coreografías. Cuando Adán entra con Eva en un privado, para que ella le baile desnuda, un beso que no debían darse pero que se dan, los lleva a enamorarse, y más aún porque Eva descubre que Adán es cineasta y el sueño más preciado de ella es convertirse en actriz. Empiezan a salir juntos y se hacen amantes. En un momento de pasión y de descuido mayúsculo, Adán es contagiado de VIH por Eva, sin que lo sepan.

Un día, al enterarse Adán que Eva no está en el antro pues la han mandado a “atender” a un cliente importante, se emborracha con la Sacerdotisa quien lo mal aconseja para que reclame a su mujer lo que le corresponde. Adán, decepcionado y ebrio, exige a Conce hacer el amor. Conce se resiste, Adán insiste y logra imponerse y obligarla a que cumpla con su deber de estado.

Eva entera a Adán de que está enferma de SIDA. Él no puede creerlo, pero al fin las evidencias lo hacen aceptar la realidad. En una pesadilla, donde Adán se rebela contra Dios y grita desesperadamente, Conce se entera con horror de la situación de Eva, y comienza a especular en las posibles repercusiones. Así que exige a Adán que ambos se practiquen los análisis de laboratorio, en los que se les informa que Adán es portador del VIH y Conce ha sido contagiada de SIDA. Su reacción, en un principio, es obviamente violenta y de rechazo.

El ascenso al clímax de la película comienza cuando, un año después, en el lecho de muerte de Eva, se hace presente Conce. Juntas descubren sus diferencias y sus semejanzas, logran perdonarse y Eva muere en los brazos de Conce y de Adán, que ha sido testigo de este encuentro, mientras el médico y la enfermera que asisten a Eva, que en realidad son Jesús y la Sacerdotisa, se debaten por la posesión de su alma.

Al año siguiente, cuando Conce agoniza, Adán descubre, en el diario de su esposa, que ella lo ama más que a cualquier persona en este mundo, pero sólo como a un “hermano”. Adán descubre la relación que Conce ha desarrollado con el Señor Jesús, al grado de sentir que la ha llamado a ser su esposa mística y, para merecerlo, ella ha buscado su purificación mediante penitencias terribles, como por ejemplo confeccionarse y clavarse una corona de espinas, tatuar con fuego la cruz que ha cortado sobre su pecho, y tener la visión, vivida casi como una realidad, de que ella es la cruz donde Jesús reposa y recibe su consuelo, en tanto que las manos del Señor son clavadas sobre las de ella.

Adán no puede creer todo lo que lee en el diario. Conce que nunca quiso hacerle daño, le ruega que lo perdone. Adán se rebela en contra de Dios, pero ante la inminente muerte de Conce, Adán también alcanza a obtener su perdón.

La película llega a su desenlace cuando Adán (ya de 45 años de edad), al estar a punto del suicidio, recibe un videomensaje de su hija mayor que le pide que ya quieren regresar a casa, ella y sus hermanos, para continuar en familia el duelo por la muerte de su madre. Adán suspende el terrible acto y va con su cruz a la capillita de Conce. Se trata de una cruz de hojalata oxidada, que hemos visto en el estudio de Adán desde el comienzo del filme. En un rito religioso, Adán crucifica su primera cámara de cine, que había regalado a Conce a manera de alianza de compromiso matrimonial, y cierra con varias vueltas de llave la capillita de Conce donde reposan sus cenizas y sus reliquias.

Los hijos de Adán regresan a casa, de la mano del Anciano sacerdote y siquiatra de Adán, que los ha cuidado por unos días. Dice a Adán que, por él y por sus hijos, es necesario que haga un esfuerzo, de fe y de amor, por salir adelante.

Adán abraza a sus hijos al pie del árbol de eucalipto del jardín de su casa, en una tarde otoñal. Las hojas que caen de la copa, semejan una lluvia dorada que parece devolverles un poco de la esperanza de vida que Adán había perdido. Una leyenda sobreimpresa complementa la reflexión final de Adán.

Unos mueren queriendo vivir… otros viven queriendo morir…
¡Quién pudiera vivir amando!

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