| Sinopsis Adán, cineasta mexicano de mediana edad, arrepentido de haber desposado y poseído a la esposa mística de su Señor Jesús, y de haberse puesto al servicio de Su peor enemigo al también hacer suya a la mujer enviada por Satán, en un terrible rito sagrado, al borde del suicidio, implora a Dios el perdón. Adán, desde su juventud, consagra a Dios su capacidad creativa pero fracasa en su propósito de transformar su faena mundana en un oficio al servicio de los cielos. A él se haya unida en matrimonio, CONCE, expostulante a monja, que luego de procrear cinco hijos, con distintos pretextos elude la cópula con su marido, y se refugia en una capillita en el sótano de su casa al que sólo ella accede. Sin contar con una dirección espiritual que la aconseje y la oriente, apartada del mundo – mas no de su familia – imita ejemplos que rozan la santidad y el erotismo, experiencia mística que va registrando en su Diario. Al sentirse incomprendido y rechazado en la alcoba hogareña, ADÁN comienza a ser atrapado por sitios en Internet que ofrecen atractivos servicios sexuales con chicas bellísimas de procedencia internacional. Es así que Adán conoce a Eva, bailarina del antro de moda, joven, bellísima, dulce y pícara, quien sin saberlo y mucho menos quererlo, le transmite el VIH que, a su vez, es transmitido por ADÁN a CONCE en un incosciente acto de violación que contrapuntea con tremendas visiones del presagio. Al final de sus vidas, las dos mujeres, que han contraído el SIDA, casi agonizantes, se reconocen y se perdonan, mientras el hombre, que paradójicamente sólo ha quedado como portador del VIH, se rebela contra Dios y se debate entre la vida y la muerte, a punto del suicidio. Es gracias al amor de sus hijos, y al consejo de su anciano amigo, sacerdote y siquiatra, que Adán decide seguir luchando por vivir, no sin antes concluir el rito sacrificial con que comenzó la película. En vez de dispararse, en la capillita de Conce, Adán crucifica su objeto más sagrado: la cámara de cine con la que hizo sus primeras películas y que regaló a Conce como símbolo de su alianza matrimonial. Adán cierra con llave el sótano de su casa y sube al jardín para abrazar a sus hijos al pie del árbol de eucalipto, en una tarde otoñal. Las hojas que caen de la copa, semejan una lluvia dorada que parece devolverles un poco de la esperanza de vida que Adán había perdido. | | |